martes, 28 de mayo de 2013

Los nombres de Dios en el Indoeuropeo y en el Semítico

Rubens C. Romanelli.
Separata N° 18 de la Revista de la Universidad Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte (Brasil), diciembre 1968/1969. 
11  páginas. (141-151).
http://www.rubensromanelli.net/obralit4.htm

El presente estudio aspira a ser una breve historia de la idea de Dios. No obstante, él constituye más una tesis Lingüística que de Historia. Lo Escribimos, es verdad, con el fin de trazar la historia de la idea de Dios, pero, en vez de estudiar esa idea, investigando en la evolución del pensamiento religioso de los pueblos, nos propusimos estudiarla, investigando en la evolución del sentido de las palabras designativas de la Divinidad, en las lenguas que integran las dos más importantes familias lingüísticas del mundo: la familia indoeuropea y la semítica. Es en éstas, indiscutiblemente, que la idea de Dios aparece más evolucionada o, si lo prefieren, más libre de elementos antropomórficos.

A pesar de que muchos pueblos indoeuropeos y semíticos alcanzaron un nivel de civilización y cultura superior a la de otros pueblos, debemos notar que todos ellos son o fueron monoteístas. Algunos fueron politeístas, otros, henoteístas, pero, no por eso, dejaron de tener un designativo o nombre común para todas las Divinidades constitutivas de su panteón. Es de ese nombre genérico, y no de los nombres de cada Divinidad en particular, que nos ocuparemos aquí, siempre que nos refiramos a pueblos politeístas o henoteístas.

Trataremos de agrupar los nombres, no según el criterio de las afinidades etimológicas, sino según el criterio de las afinidades semánticas, sin dejar, por eso, de remontar, en cada caso, a la raíz, o sea, a aquel elemento último, al que se reduce, morfológica y semánticamente, el vocablo.
A través de cada agrupamiento, se evidencia que, en la gran mayoría de los casos, el nombre de Dios es precisamente el nombre designativo, de aquel  entre los atributos divinos, que más afectó la sensibilidad o la imaginación de los creyentes, en cada pueblo.
De ésto resulta que cada pueblo contempla la Divinidad bajo un prisma diferente.
Para unos, Dios se distingue por su munificencia, y entonces es llamado "el dispensador, o distribuidor de las gracias". Para otros, Él se caracteriza por su intangibilidad y pureza, designándolo como "el sagrado, el santo".
Para éstos, Dios impresiona por su beneficencia, nombrándolo como " el benefactor". Para aquellos, Él se destaca por su Eternidad, y entonces es concebido como "el que existe siempre". Aquí, Él es respetado por su soberanía, y se lo denomina "el Señor". Allí, es conocido por su bondad, y entonces se lo designa como "el bueno, el excelente". Acullá, es venerado por su espiritualidad, y por ende llamado "el espíritu por excelencia".

Examinemos cada una de esas diferentes maneras de sentir o de concebir a la Divinidad, mediante el estudio de los diferentes nombres con que ella es designada en nada menos que cuarenta lenguas, entre vivas y muertas:

1. DIOS COMO "EL CELESTE".

De los nombres designativos de la Divinidad, en el domino indoeuropeo, los más difundidos reposan en una forma nominativa única, *deiwos, portadora de la noción de "el celeste". Formada por la raíz indoeuropea *de (brillar,refulgir, centellar) y completada por el sufijo adjetivo "wo".
Tenía ese radical, primitivamente, el sentido de "brillante, luminoso". Posteriormente, en cualidad de epíteto, sirvió para designar el "cielo", noción de la cual se desarrolló, en el lenguaje religioso, la de "cielo como Divinidad" y, por lo tanto, la de Dios. Literalmente, entonces, Dios era "el Celeste", por oposición al hombre concebido como "el terrestre". Esa oposición hombres/dioses, resultante de la oposición terrestre/celeste es, más allá de eso, muy antigua, como se observa en varias lenguas, en las cuales la palabra denominativa del "hombre" significa, etimológicamente, "el terrestre". Véase, por ejemplo, el latín "homo", el gótico y el anglosajón "guma", el lituano "zmogús" y el tocario B "saumo".
Del radical indoeuropeo *deiwos "el celeste" se derivan, a través de las más variadas transformaciones fonéticas, los nombres de la Divinidad, en las siguientes lenguas:

a) Sánscrito "deváh", al cual corresponde el avéstico "daeva". En el avéstico, sin embargo, el radical se especializó con el sentido opuesto, es decir con el de "dios del mal, demonio", inversión semántica que recuerda al viejo mito del ángel caído, cuya historia coincide con la expresión hebraica, "bem-xahar" (hijo de la aurora), que San Jerónimo tradujo como Lucifer, literalmente, "portador de la luz".

b) Latín "Deus", de donde se da en francés "Dieu", en italiano "Dio", en español "Dios", que es en el portugués "Deus". De la evolución fonética normal de *deiwos apareció en el latín el adjetivo "Divus", de donde salió el femenino substantivo "Diva" (Diosa), el adjetivo secundario "divinus" (Divino) y, de éste, el derivado verbal "divinare" (adivinar).

c) Antiguo irlandés "Dia", con el cual concuerdan, etimológicamente y semánticamente, el címbrico "duw" y el británico "Doué".

d) Antiguo nórdico o escandinavo, "Tivar", nombre plural, ya que el simple singular está fuera de uso.

e) Lituano "Dievas". De idéntico origen y sentido son el letonio "dìevs" y el antiguo prusiano "deiwas", con el cual concurre la variante "deiws".

2. DIOS COMO "EL DISTRIBUIDOR, EL DISPENSADOR".

En las ramas del iranio y del eslavo, la idea de Dios surgió de la de "distribuir, repartir, dividir". Dios, es, en efecto, "el Distribuidor, el Dispensador de las gracias", aquél al cual incumbe, dentro de las viejas concepciones religiosas del hombre, hacer la repartición de los dones de la vida. Esa idea ya estaba implícita en la primitiva acepción de la raíz indoeuropea *bhag, que era "particionar, repartir, determinar la parte o la porción de".
Paralelamente al sentido radical de Dios, como "el Distribuidor, el Repartidor", aparece, en el dominio indoiranio, el de "Señor, Dueño" (cfr. el sánscrito "bhágah" y el avéstico "baga"), considerándose que, efectivamente, sólo el Señor, el Dueño dispone de medios para "distribuir, repartir, agraciar".

a) Avéstico "baga" ( Dios, Señor), nombre al que corresponden, por la forma y por el sentido, el medio y el nuevo persa "bag".

b) Antiguo eslavo eclesiástico  *bogu (Dios), con el cual se relaciona el búlgaro "bog", el serbocroata "bog", el checo "buh", el ruso "bog"  y el polonés "bog", todos de igual sentido.

3. DIOS COMO "EL INVOCADO".

En el dominio germánico, la idea de Dios resultó de la especialización de una forma nominativa neutra del participio pasado indoeuropeo, *ghutos, derivado, del sufijo "to", de la raíz verbal  *ghau (clamar, llamar, invocar), sentido sobreviviente en los cognados sánscrito "hávate", avéstico "zavaiti", el antiguo eslavo eclesiástico "zivati". La forma germánica, en la cual se convirtió el participio *ghutos, es *guda  y ésta asumió, en el vocabulario religioso, el sentido de "el Invocado", ésto es, "el ser que se invoca, aquél a quien se ruega", en el acto de la oración. Esa especialización del sentido ocurrió en las tres ramas del germánico, es decir, en la oriental, en la septentrional y en la occidental:

a) Gótico "gub" (Dios).

b) Antiguo islandés "gud" (Dios), o dinamarqués "gud" y el sueco "gud", todos de idéntica significación.

c) Antiguo alto alemán "got", que, a través del medio alto alemán "got", vino a culminar en el moderno alemán "Gott", todos con el sentido de "Dios".

Algunos filólogos, inducidos por la semejanza de la forma, relacionaron falsamente, sin consideración alguna hacia la fonética histórica, las palabras germánicas que expresan la idea de "Dios" con las que traducen la idea de "bueno", como el gótico "guds", o el dinamarqués, o el sueco y el anglosajón "god", o inglés "good", o holandés "goed" y el alemán "gut", que se corresponden a otra raíz, *ghedh y *ghodh (unir).

4. DIOS COMO "EL SAGRADO, EL SANTO".

La raíz indoeuropea "dhes", ya empleada, en el propio indoeuropeo común, en acepciones religiosas,  generó en el armenio un derivado con el sentido de "Dios". Se trata del nombre plural "did", salido de "dheses", que se traduce como "Dioses". El sentido radical del "sagrado, santo", sobrevive en los cognados itálicos, como lo atestiguan el acusativo osco "fiísnam" (templo) y el latín "fanum" (< *fasnom) que significa "lugar sagrado, templo",  "feriae" (< *fesiae), significando "días de reposo (en
honra a los dioses) ", "festus", generalmente unido a "dies", para designar, originariamente, los días de festejos religiosos.

5. DIOS COMO "EL BUENO".

Al lado de "deváh" (Dios) (v. n° 1, letra a),  designación del panteón indiano, posee el sánscrito otro nombre, "vásuh" (Dios), no tan frecuente como aquél, pero de uso también corriente, tanto en la literatura védica, como en la clásica. Se trata de una substanciación del adjetivo "vásuh"
(bueno), que se liga a la raíz indoeuropea *wesu,  de igual significación.
El sentido radical de "bueno" y de sus grados, "mejor" y "óptimo", se mantienen en los cognados iranios, célticos, germánicos y eslavos, como se ve en el avéstico "vahya" (óptimo), medio persa "veh" (mejor, óptimo), nuevo persa "bih" (bueno, mejor), antiguo irlandés "fo" (bueno), gótico "insiza" (mejor) y antiguo eslavo "unje" (mejor).

6. DIOS COMO "EL ESPÍRITU BENEFACTOR".

Para nombrar a la Divinidad, el sánscrito empleaba, además de "deváh" y "vásuh", ya vistas, la palabra "súrah", de curiosa historia. Sobre la raíz indoeuropea *an (respirar), se construye una forma que es una prolongación, *ansu,  con el sentido de "respiro, soplo vital", de la cual el sánscrito dió el substantivo "ásu" (hálito vital, respiro, aliento), de
donde salió "espíritu" y, de aquí, con el sufijo abstracto "ra", el derivado "ásurah" (espíritu malhechor, demonio), forma con la cual concuerda el avéstico "ahura" - (v. n° 7, letra b) (Señor, detentor del poder). El "a" inicial de  "ásurah" fue erróneamente interpretado como el prefijo privativo "a". Efectivamente, se pensó que la palabra estaba
compuesta de un nombre, "súrah", al cual se le hubiese antepuesto el privativo "a". A partir del momento en que se aceptó ese falso análisis etimológico, la palabra "súrah" que jamás existiera, pasó a existir, con el sentido evidentemente opuesto, al de "ásurah", es decir con el sentido de   "espíritu benefactor,Dios". Y fue realmente con esa significación que la palabra entró en circulación en la literatura sánscrita.

7. DIOS COMO "EL SEÑOR".

Gracias a la influencia eclesiástica, se generalizó, en las lenguas europeas, el uso de la palabra "Señor", para designar a la Divinidad. No se puede, sin embargo, pretender que el nombre de Dios, como "Señor", sea una noción puramente cristiana, o mejor dicho, bíblica, copiada del hebraico del Antiguo Testamento. En verdad, los autores de las versiones griega y latina del Antiguo Testamento se servirán de la palabra griega "Señor" y de la latina "Dominus" también "Señor", para traducir el hebraico "Adonai"  (v. letra a abajo) y, no es raro, también el hebraico "Yahweh" (v. n° 10, letra a).
No debemos olvidar , sin embargo,  que la designación de "Señor", para la Divinidad, ya aparece en la literatura religiosa del Avesta, con una antigüedad, por lo tanto, superior a tres mil años. Aplicada a la Divinidad, la idea de "Señor" trae la connotación de "Amo" y es por así sentirlo y entenderlo que el creyente se coloca delante de Él en la condición de "vasallo" , para testimoniarle mejor su sumisión y humildad.

Muchas son las lenguas en las cuales Dios es tratado como "Señor", pero en ninguna de ellas esa noción , etimológicamente hablando, tiene algo en común con cualquiera de las otras. Cada  cual toma la noción de "Señor" de un origen diferente, aunque, en todas ellas, la exclusión de las lenguas
indoiranias, el nombre de Dios, como "Señor", es, como se vio más arriba, una copia semántica del hebraico.

a) Hebraico "Adonai" (Señor), tratamiento dado a la Divinidad en el lenguaje de los profetas y tradicionalmente empleado en la liturgia de las sinagogas, para sustituir el nombre inefable del Dios de Israel (v. n° 10, letra a). Se trata de un plural mayestático del nombre "Adon" (Señor), al cual se juntó un sufijo  de 1ª persona del singular, de donde surge, literalmente, "mi Señor". Se compara con el fenicio "Adonai" (Señor mío), de "Adon" (Señor), del cual tomó el griego el nombre de su Divinidad mitológica, "Adonis".

b) Avéstico "Ahura" (Señor, detentor del poder), de allí "Dios". La palabra irania es afín al sánscrito "ásurah" (v. n° 6). El nombre "Ormuzd" o "Ormazd", con el cual se designa, en el Occidente, a la Divinidad del Mazdeísmo o Zoroastrismo, resultó de una contracción del avéstico "Ahura Masdah" (Dios del Bien) que, en la concepción dualista de Zaratrusta o Zoroastro, se opone a "Ahriman" (Dios del mal).

c) Fenicio y Cananeo "Ba'al" (Baal), literalmente "Señor, amo, patrón, dueño", empleado con el sentido de Dios, conforme se lee en el Antiguo Testamento (Juicios, 6:25).  En babilónico, "Bal", de idéntico origen y valor semántico.

d) Griego eclesiástico "Kyrios" (Señor, Dios), literalmente, " quien tiene autoridad, que tiene poder, soberano, dueño", de "autoridad soberana, poder de hacer o no hacer", de una forma nominativa indoeuropea *kuros (hinchado, robusto, fuerte, héroe), agregado a la raíz indoeuropea  *keu (hinchar) del sufijo "ro".

e) Latín eclesiástico "Dominus" (Señor, Dios), literalmente "dueño de la casa", de *domo-no-s, derivado del sufijo "no" de la forma nominativa indoeuropea *domos (casa), grado curvado de la raíz *dem (construir). De *domos salieron también, con el mismo sentido, el sánscrito "dámah" y el griego "dómos". Al lado de las formas de radical en "o"" , hubo, en el indoeuropeo, formas de radical "u", como comprueban el latín "domus" y el antiguo eslavo eclesiástico "domu", también "casa".

f) Inglés "Lord" (Señor, Dios) , del anglosajón "hlaford", "hlafweard", "el guardián del pan", de "hlaf" (de allí el inglés "loaf") (pan ) y "weard" (de allí el inglés "ward") (guarda, vigía, guardián).

g) Portugués "Senhor", del latín seniore(m) (más viejo),  acusativo del comparativo de superioridad del adjetivo "senex", "senis" (viejo), de la raíz indoeuropea  *sen(o), de igual sentido.  La raíz está bien representada en varios de los dialectos en que se fragmentó la primitiva unidad indoeuropea: sánscrito "sánah", avéstico "hana", armenio "hin", griego "hénos", antiguo irlandés "sen", lituano "senas", todos con el sentido radical de "viejo".

h) Romano "domn" (Señor, Dios), del latín "dominu(m)" (v. letra d arriba).  La palabra romana propia para designar la Divinidad es "dumnezeu", que es el resultado de la contracción de los términos de una expresión vocativa latina, "domine deus" (Señor Dios). El segundo elemento del vocablo contrato, "zeu", salido del latín "Deus"  (v. n° 1, letra b), es usado apenas para denominar al Dios de los paganos. En cuanto al primer elemento, "dumne", es una variante de "domn", pero todavía con la desinencia del vocativo latino.

8. DIOS COMO "EL ESPÍRITU POR EXCELENCIA".

El nombre genérico con que en el panteón helénico se designaba a la Divinidad era "theós", nombre oriundo de una forma antigua, salida de *dhwesos de la raíz indoeuropea *dhwes, "dhewes", prolongación de la raíz *dheu ( esparcir, dispersar "el polvo, el humo", soplar, aventar). De la idea de "viento, soplo" surge la de "espíritu", según se verifica en algunos cognados, como el lituano "dvasià" y el medio alto alemán "getwas" (espectro, fantasma), de donde sale"espíritu" y, de aquí , "espíritu por excelencia, Dios". La noción de "espíritu, alma" resultó, en la mayor parte de las lenguas, de una vieja metáfora de la humanidad, según la cual el espíritu o alma es como "un respiro, un viento, un soplo". Se compara al sánscrito "átman" y "pránah", al griego "psukhê" y "pnéuma", al latín "anima" y "spiritus", al romano "suflet", al noruego "ondi", "andi", al antiguo eslavo eclesiástico "dusa" y "duch", con los cuales se relacionan el búlgaro "dusa" y "duch", el checo "duse" y "duh", el serbocroata "dusa" y "duch", el ruso "dusa" y "duch", el polonés "dusza" y "duch", todos con la significación primaria de "respiro, soplo".

9. DIOS COMO "LA DIVINIDAD POR EXCELENCIA".

Un simple monosílabo sirvió, desde tiempos inmemorables y desde un extremo al otro del dominio semítico, como radical portador de la idea de Dios. Es el monosílabo "El", de vocalismo alternante, de lengua a lengua, y de sentido irreductible. Vanos e infructuosos han sido los intentos de explicar el sentido abstracto de la palabra, a partir de una noción concreta. Siempre y por todas partes, ella significó "Dios", como la comprobación de que esa idea es realmente irreductible.

a) La forma "El" ocurre en cananeo, con el sentido de "el Dios" y, en hebraico, con el sentido de "el ser Divino". Es a veces usada en la Génesis, en expresiones como "Él Elyon" (Dios altísimo) y "El Shaddai" (El sad'i) , literalmente, "Dios de las Montañas", más traducido en la Vulgata por "Dios Omnipotente". Con frecuencia, aparece también como elemento final de antropónimos bíblicos , tales como Dani-el (Juez de Dios), Gabri-el (hombre de Dios), Gamali-el (recompensa de Dios), Isma-el (Dios escucha), Isra-el (combatiente de Dios), Jo-el (Jehová es Dios), Rafa-el (Dios curó), Salati-el (supliqué a Dios), Samu-el (escuchado por Dios), Emanu-el (Dios con nosotros).

b) Al lado de "El", ocurre, en el hebraico del Antiguo Testamento, el nombre "Elohim", plural mayestático del hebraico "Eloah", así como del cananeo "El". A pesar de ser una forma de plural, "Elohim" designa, como enseñan los textos de Ras-Shamra, el "Dios Único".

c) En acadio, el radical semítico se presenta con otro vocalismo, tomando la forma "Ilu".

d) En arameo bíblico, el nombre de la Divinidad es "Elah", con vocalismo radial, por lo tanto, normal.

e) En siríaco, el nombre es "Allaha" y su estructura recuerda a la del árabe (v. letra f abajo).

f) Finalmente, en árabe "Allah", de "All-Ilah" "el Dios por excelencia", forma en la cual "al" es simplemente el artículo definido árabe aglutinado al nombre.
En la conocida fórmula de profesión de fe del Islamismo, el nombre de la Divinidad aparece dos veces, una sin artículo y otra, con el: "la ilah illa Allah", ésto es, "no hay otro Dios, más allá de Alá". El nombre ocurre también en la interjección portuguesa "oxalá", del árabe "in sa" a Allah, literalmente, "si Dios quiere".

10. DIOS COMO "EL EXISTENTE".

a) Al lado del plural hebraico "Elohim", ocurre, en el Pentateuco, la forma "Yahweh", vocalización del tetragrama sagrado "Yhwh", letra a letra: - yod, heth, waw, heth- , y cuya verdadera interpretación es todavía enigmática. La tendencia dominante entre los más eminentes hebraistas es la de interpretar el nombre hebreo de la Divinidad, según sugiere el propio texto bíblico, como una forma de 3ª persona del singular del imperfecto del verbo hebraico "hwh" (ser), vocalizado "hawah", o más correctamente, "hayah". El nombre "Yahweh", puede, así, ser  traducido, bien con el valor verbal intransitivo de "El es", "El existe", bien con el valor verbal causativo de "El hace ser", "El hace existir". En sentido intransitivo, es "Yahweh" el mismo que, en el Antiguo Testamento, se define como "el autoexistente", "el que existe siempre", "el Eterno":  "Ehyeh o 'aser' eheyeh", esto es, "Yo soy quien soy" (Éxodo 3:14). En sentido causativo, "El" puede ser definido como el  "Creador del Mundo".
La forma Jeová (Jehová), bajo la cual es más conocido el Dios de Israel, es híbrida, porque resulta de una combinación del puro consonantismo primitivo de "Yhwh", con el vocalismo de "Adonai" o (v. n° 7, letra a).
Fue creada para evitar que se pronunciase en vano el nombre sagrado, conforme recomienda el Decálogo (Éxodo 21:7): "Sem ha meforas", que significa "el nombre del Señor es inefable".

b) Al hebraico "Yahweh" corresponde el babilónico "Ahiah" (Yo Soy), forma verbal también tomada, as veces, como nombre de la Divinidad.

CONCLUSIONES.

De las investigaciones que emprendimos en el vocabulario indoeuropeo y semítico, pueden formularse las siguientes conclusiones:

1. Se reducen a diez, de las cuarenta lenguas investigadas, las ideas fundamentales en que se basan los nombres designativos de la Divinidad.

2. En la mayor parte de los casos aquí tratados, esos nombres consubstancían una metáfora o translación del sentido.

3. En algunos casos, los nombres resultaron de una interdicción vocabular y, como tal, se clasifican entre los viejos tabúes lingüísticos.

4. Los diferentes atributos bajo los cuales los pueblos indoeuropeos y semíticos concibieron a la Divinidad pueden coexistir en el mismo SER y son perfectamente compatibles con la idea del DIOS ÚNICO de la concepción Cristiana.


ACLARACIONES DE TRADUCCIÓN:

- Se denominan "cognados" a aquellos vocablos que perteneciendo a diferentes idiomas, tienen el mismo significado y se escriben de manera similar o parecida.
Ejemplo: "excellent" en inglés y "excelente" en español.

- Cfr. (Del latín) Abreviatura que significa "Compárase, véase".
- Cf.  (Del latín) Abreviatura que significa "Compárase con."

- Sobre la expresión [tocario B "saumo"]: 
TOCARIO: "Antiguo pueblo asiático. Lengua hablada en dicho pueblo. Es una lengua indoeuropea del Turquestán Chino, descubierta en manuscritos del primer milenio d.C. Lengua posiblemente extinta."
Si bien se identificó el término "tocário" para su traducción, no pudo definirse la significación de la "B" que lo acompaña en la expresión del escrito original en portugués, que dice:  "tocário B saumo". Habiéndose traducido el portugués "tocário" por tocario, y considerándose a "saumo" como un vocablo del lenguaje tocario, lo único que quedó sin traducción es la "B", cuyo sentido aún no pudimos determinar. 

viernes, 29 de marzo de 2013

EL RETRATO DE HIDALGO

DR. JOSÉ HERRERA PEÑA



¿Cómo era físicamente Don Miguel Hidalgo y Costilla? No se sabe. Nunca fue retratado. Y los retratos que pudo haber habido, fueron destruidos.

Todas las naciones conservan los rostros pintados o esculpidos de sus héroes. Saber cómo fueron físicamente no sólo es una curiosidad humana sino también una necesidad política; pero en México los intentos por difundir su imagen fueron eficazmente contrarrestados por el régimen colonial. La de independencia fue una guerra no sólo de ejércitos e ideas sino también de imágenes. Las estatuas de la Virgen de los Remedios eran fusiladas por los insurgentes y las de la Virgen de Guadalupe, por los españoles. Igualmente, mientras unos levantaron la efigie de Fernando VII y otros la del águila mexicana, hubo también quienes trataron de materializar las imágenes de Hidalgo y Allende, sin éxito.

Desde los días en que Hidalgo ascendió vertiginosamente a la cúspide del poder, se hicieron proyectos para levantarle un monumento. El 23 de enero de 1811, por ejemplo, se encontró en el colchón de la casa del capitán José María Obeso, de Valladolid (hoy Morelia) un proyecto que las autoridades españolas consideraron “insolente efigie”. Era, según De la Torre Villar, un dibujo hecho a pluma, en el que Hidalgo está vestido con toga y bonete, la rienda del caballo en la mano izquierda y un banderín en la derecha que dice “América”. El monumento está cercado por una reja de hierro y al pie del dibujo se lee:
Dedicado al señor Hidalgo, Generalísimo de las armas de América por su fiel vasallo, Manuel Foncerrada y García.1
A partir de entonces, todos los intentos que se hicieron por tener una imagen del héroe fueron sofocados por las autoridades coloniales. En tales circunstancias, la ausencia de un retrato de Hidalgo es explicable. Pedro García, quien estuvo al servicio del héroe desde que era niño, comenta que "la guerra encarnizada a la memoria de Hidalgo y a sus ideas" fue sin cuartel, y que se recrudeció a partir de su aprehensión, enjuiciamiento y ejecución.
Se prohibió hablar de Hidalgo en ningún sitio, pues esto era un gran delito que se castigaba con rigor. Esta es la razón porque no se encuentra en todo el país un retrato que siquiera se le parezca, pues la prohibición duró cerca de diez años. Se siguió un espionaje tremendo. Nadie estaba seguro de hablar dentro de su casa.2
En cambio, perduran algunos retratos hablados, el más conocido de los cuales, paradójicamente, es el del hombre que más lo odiaba, Lucas Alamán:
Era de mediana estatura –dice-, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos: de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de pueblos pequeños.3
Hidalgo no “pasaba de sesenta años” sino -cuatro meses y ocho días- de cincuenta y siete, lo que significa que tenía la fortaleza de la edad madura, gracias a la cual recorrió a caballo gran parte del país. El teniente Pedro Armendáriz, por su parte, comandante del pelotón que lo ejecutó en Chihuahua y, por consiguiente, testigo de su muerte, asegura que era de tez morena y "antes de morir nos clavó sus hermosos ojos verdes".4
Al consumarse la independencia se agudizó la necesidad política de contar con la imagen del héroe; pero no fue fácil construirla. Los conservadores se oponían ferozmente a ello por haber autorizado las matanzas de españoles. Los únicos que hicieron propuestas fueron dos escritores de reconocido corte liberal: José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano (1776-1927) y el italiano Claudio Linati de Prévost (1790-1832).
El primero publicó -tres años antes de su muerte- un Calendario Histórico y Pronóstico Político para el año bisiesto de 1824, en cuya primera página, correspondiente al mes de enero, aparece la silueta caricaturizada de Hidalgo, representada de cuerpo entero, con traje militar, bicornio empenachado y banda ceñida a la cintura, de la que cuelga un sable; la mano derecha apoyada en un bastón y la izquierda portando un estandarte con la palabra “libertad”, que se convierte en un águila sobre un nopal devorando una serpiente. Al pie de la imagen se lee la siguiente inscripción:
El muy honorable ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, generalísimo de las armas mexicanas: primer héroe que tremoló el estandarte de la libertad del Anáhuac en el pueblo de Dolores el 16 de Sept. de 810, fue víctima de la tiranía en 30 de junio de 811. Su talento, valor y amor patrio harán eterna su memoria.5
Hidalgo de Fernández de Lizardi

Hidalgo de Fernández de Lizardi, 1824.
El segundo, Claudio Linati, fue un dibujante italiano, discípulo de David, revolucionario, liberal y masón, soldado de Napoleón, preso en Hungría y refugiado en España, que llegó a México en 1825 e instaló un taller de litografía. Al morir su amigo Gaspar Franchini -que le había facilitado el viaje- al poco tiempo de su llegada, se asoció con su compatriota Lorenzo Galli y con el poeta cubano José María Heredia, y fundó el periódico El Iris, que se publicó de enero a agosto de 1826.
Desde el primer número, dicho periódico anunció que, al no existir retratos de los héroes, “multiplicados por los afanes del arte…, [los editores] presentarán al pueblo las facciones de sus semblantes…” Y efectivamente, dicho impreso reprodujo el retrato de Hidalgo; pero el artista, al criticar la actualidad política del momento, fue invitado a salir del país, lo que hizo un mes después, en septiembre de 1826, viajando desde entonces sin sosiego, hasta que regresó a México en 1832. A los tres días de su desembarco murió.
Primer retrato de Miguel Hidalgo

Primer retrato de Miguel Hidalgo. Periódico IRIS, publicado
en el año de 1826. (Colaboración de Jesús Arroyo Cruz)
Al trasladarse a Europa, Linati se llevó consigo las acuarelas que hiciera durante sus recorridos por el extenso territorio mexicano, de las que surgen, con un toque de elegancia, belleza y poesía, es decir, idealizados, los rasgos y la vestimenta de las clases sociales que formaban la sociedad de la época. Dicha colección la publicó en Bruselas, 1828, y la reeditó en Londres, 1830, bajo el título Trajes civiles, religiosos y militares de México.6
Una de las 48 estampas litográficas de su álbum, la número 16, está dedicada a Hidalgo. Aunque muchos la encuentran ridícula, otros la consideran seductora y fascinante. Levanta un arma ideológica –la simbolizada por la cruz- con su mano izquierda; pero al reconocer que no basta con proclamar una idea, sino que se requiere además defenderla con todo -con palabras y con la acción, con la pluma y con la espada-, su personaje está fuertemente pertrechado con los símbolos de la infantería, la caballería y la artillería: una pistola (cuya culata asoma de su chaqueta), un sable (que cuelga de su banda terciada al pecho) y un fusil (que sostiene del cañón con su mano derecha). Al pie de la imagen, en francés, hay un texto que, traducido al español, dice:
Hidalgo. Cura de Dolores. En su traje de guerra, proclamando la independencia de México. (Fusilado el 1º de agosto de 1811). Conforme al cuadro original.
La fecha está equivocada, porque el fusilamiento ocurrió el 30 de julio, y se ignora cuál es el “cuadro original” al que se refiere. Actualmente no existe ninguno, pero hace suponer que tuvo uno a la vista, y como éste no ha sido localizado, hay quienes piensan que el modelo pudo haber sido una figurilla en cera, a pesar de que él hizo referencia a un “cuadro original”, no a otra cosa.7
Hidalgo de Claudio Linati

Hidalgo de Claudio Linati, 1828.
En las litografías de Fernández de Lizardi y Claudio Linati, y aún en el dibujo a tinta encontrado en la casa de García Obeso, el héroe es presentado, no como maestro, pensador o ideólogo, y menos como cura -por la simple y sencilla razón de que el 16 de septiembre de 1810 colgó la sotana para calzarse las botas de campaña-, sino como lo que era, es decir, como militar, soldado, guerrero, y además, en el retrato de Linati tiene la frente amplia, sin llegar a la calvicie, y su rostro expresa la plenitud de su vida.
Firma de Hidalgo
En cambio, en 1831, Antonio Serrano, de quien no se tienen mayores datos, lo despojó del traje de guerrero civil y lo habilitó con el alzacuellos del cura y una levita negra, y aunque acentuó su calvicie, mantuvo su edad. Detrás de su silueta hay una estantería bien surtida de libros magníficamente encuadernados, una columna con una pequeña imagen de la virgen de Guadalupe, y a su lado, un escritorio, encima del cual hay algunos manuscritos y un sombrero de ala ancha, mientras empuña un bastón con su mano derecha y oculta dentro de su largo gabán la izquierda. Esta pintura pasó desapercibida en el siglo XIX, porque formó parte de las colecciones del Museo Etnográfico de Berlín, hasta que el Estado mexicano la adquirió en el siglo XX y la remitió al Castillo de Chapultepec, que es donde se encuentra.8
Hidalgo de Antonio Serrano (detalle)

Hidalgo de Antonio Serrano, 1831 (detalle).
Hidalgo de Antonio Serrano

Hidalgo de Antonio Serrano, 1831.
Por otra parte, en el inventario y avalúo de bienes de Don Cristóbal Hidalgo y Costilla, “administrador de la hacienda de Corralejo” y padre de Don Miguel, se incluye la copia de un retrato original de su hijo, elaborada por Francisco Incháuregui el ocho de octubre de 1810, y dícese que un pintor llamado Juan Nepomuceno, así, a secas, encontró dicha copia y la reprodujo en 1840, actualmente en el Museo de la Alhóndiga de Granaditas. Tampoco se sabe quién fue exactamente Incháuregui, el que hizo la copia del misterioso original perdido, ni Juan Nepomuceno, el que hizo la copia actual de la copia igualmente perdida.
Hidalgo de Juan Nepomuceno

Hidalgo de Juan Nepomuceno, 1840.
Los rasgos de este retrato, por cierto, como los del anterior, reflejan las concepciones de 1830-40, no las de 1800-1810. En esos años, según el doctor Ernesto de la Torre Villar, mientras más calvo un individuo, más inteligente se creía que era.9 Así que, para dejar ver el tamaño de su inteligencia, aparece completamente calvo, y su poco cabello es fino, gris, casi blanco, sin ningún ornamento simbólico que lo acompañe, salvo el alzacuellos y la levita negra, bajo la cual oculta su mano derecha. Su rostro es delgado, avejentado, y sus ojos tristes, no vivos, como los tenía.
Ahora bien, al ser tan intensamente impugnada la actuación histórica, política y militar de Hidalgo durante las primeras décadas del siglo XIX, y ser desechada la propuesta de Lorenzo de Zavala para que se le levantara un monumento en el monte de Las Cruces, el liberalismo moderado consideró necesario modificar su imagen, por razones políticas. Y aunque los rasgos físicos señalados por Alamán fueron aprovechados, se le presentó como un anciano venerable de 70 u 80 años, no como un hombre de 57; cansado, no brioso, y eclesiástico, no militar, a fin de que inspirara respeto, no odio. De este modo, frente al Hidalgo combatido por sus excesos, pasiones y desenfrenos, se afirmó la imagen de un hombre sabio, prudente y tranquilo, capaz de unificar, más que de dividir, y de construir una patria, más que destruir una sociedad. Al final de cuentas, esta imagen prevaleció, la del pastor de almas, no la del demoledor de un mundo, y la del cura, no la del guerrero.
Al concluir la primera mitad del siglo XIX, Ignacio Ramírez El Nigromante, retomó la propuesta de Zavala, la amplió y fue aprobada, así que en lugar de un monumento, se levantaron dos: un obelisco de piedra en Las Cruces y una escultura de mármol en Toluca con la siguiente inscripción:
Al Cura de Dolores Miguel Hidalgo, Padre de la Patria, el Estado de México. Por decreto de la Legislatura del Estado de 9 de abril de 1851. Proclamó la Independencia en el pueblo de Dolores el 16 de septiembre de 1810. Murió en la Villa de Chihuahua el 31 de julio de 1811, Mártir de la causa nacional. Se colocó solemnemente el día 16 de septiembre de 1851, siendo Gobernador del Estado Mariano Riva Palacio.10
En 1865 se levantó otra escultura en Dolores; en 1871 otra más en Guanajuato, y a partir de esta fecha, empezaron a proliferar en ciudades y pueblos, hasta que en 1910 ya existían en toda la República. Por cierto, la de Riva Palacio, al dejar de ser del agrado del gobernador en turno, fue quitada en 1888 del lugar que ocupaba en el centro de Toluca y trasladada a la periferia, y en 1900 se le desterró a la población de Tenancingo.
Hidalgo en el Colegio de San Nicolás

Hidalgo en el Colegio de San Nicolás.
Mientras tanto, en materia pictórica, en 1865, bajo el imperio de Maximiliano, se llevó a cabo una exposición en la que se exhibió el Retrato del Benemérito de la Patria, General D. Miguel Hidalgo, de Joaquín Ramírez, que se conserva en el Salón de Recepciones del Palacio Nacional. A partir de entonces, la historia del rostro de Hidalgo se divide en un antes y un después. En este cuadro, a pesar de que se le titula general del ejército y se le hace calzar botas fuertes, se le viste con levita negra y alzacuello, lo que evoca su condición eclesiástica, y además, siguiendo el modelo de Serrano, los símbolos que lo rodean son de paz, no de guerra. Sobre su mesa de trabajo, en efecto, se extiende un manuscrito -la pluma en lugar de la espada- y al fondo, sobre la pared, se distingue un anaquel con libros y la imagen en paz de la Virgen de Guadalupe.11
Este retrato, en el que quedaron fuertemente impresos los rasgos del liberalismo moderado, corrió con suerte, quizá por haber respondido a las necesidades de paz y unión, en una época desgarrada por la guerra -entre la república y el imperio, la independencia y la intervención, Juárez y Maximiliano- o quizá por haber sido pintado en forma magistral por un profesional del arte, parézcase o no al personaje real. El caso es que Maximiliano, al contemplar su rostro, lo llamaba “mi héroe”, y el retrato fue muy respetado por Juárez, muy admirado por don Porfirio, muy reproducido en distintas formas y estilos en todas partes del país, en todas las épocas, y es hasta la fecha el más conocido por el pueblo mexicano.
Hidalgo de Joaquín Ramírez

Hidalgo de Joaquín Ramírez, 1865.
Todos los artistas posteriores, desde los clásicos del porfirismo hasta los gigantes de la revolución mexicana, también lo hicieron vestir de levita negra y alzacuellos, aunque lo situaron a veces en el silencio de su biblioteca y a veces rompiendo cadenas, liberando pueblos e incendiando mundos.
José Clemente Orozco, en el Palacio de Gobierno de Guadalajara, y David Alfaro Siqueros, en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, lo pintaron del modo consagrado –levita negra y alzacuellos blanco-, aunque uno en movimiento, agitando multitudes y llevando en su diestra el encendido mensaje de la guerra, y el otro de pie, su mano derecha sobre el corazón y su rostro sereno ante la excomunión y la muerte.
Hidalgo de José Clemente Orozco

Hidalgo de José Clemente Orozco.
Hidalgo de David Alfaro Siqueiros

Hidalgo de David Alfaro Siqueiros, 1953.
Juan O’Gorman, por su parte, en lugar de conjugar las diferencias entre los dos Hidalgo, el de García Obeso, Fernández de Lizardi y Claudio Linati -armado hasta los dientes- y el de Serrano, Juan Nepomuceno y Joaquín Ramírez -con el alzacuellos de cura-, pintó a ambos en el mural titulado Retablo de la Independencia del Castillo de Chapultepec; el religioso empuñando el decreto sobre la abolición de la esclavitud, y el guerrero civil, el estandarte de la Guadalupana.
Los dos Hidalgo de Juan O'Gorman

Los dos Hidalgo de Juan O'Gorman, 1961.
Finalmente, ¿cuál es el verdadero rostro físico de Hidalgo? En nuestros días, la ciencia y la tecnología han avanzado lo suficiente como para obtener una respuesta certera, a partir del estudio de su cráneo, depositado en una urna de la columna de la independencia de la Ciudad de México. El 16 de septiembre de 2008, el yucateco Emiliano Canto Mayén propuso que dicho cráneo sea extraído del lugar en que se encuentra, con todos los honores correspondientes, que se le hagan copias exactas y que se tomen éstas como modelo para reconstruir científicamente su rostro.12
Después de doscientos años, las razones para hacer tal reconstrucción parecen ser más poderosas y fundadas que las de no hacerlo; sin embargo, la decisión es política, no científica, y hasta la fecha no se ha presentado ninguna iniciativa al respecto en la representación nacional.
Morelia, Mich., 15 de marzo de 2009.
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1 Torre Villar, Ernesto de la, Temas de la Insurgencia, Hidalgo en los monumentos, México, UNAM, 2000, p. 116.
2 García, Pedro, Con el cura Hidalgo en la guerra de independencia, México, SEP/80-Secretaría de Educación Pública, 1982, p. 151.
3 Alamán, Lucas, Historia de Méjico. Desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente, México, edición facsimilar de la de 1849, 5 volúmenes, Fondo de Cultura Económica, 1985, 5 Vols.
4 Armendáriz, Pedro, Muerte de los señores generales cura Don Miguel Hidalgo y Costilla, Don Ignacio Allende, Aldama, Jiménez y Santamaría, Edición conmemorativa, Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, 2003.
5 Fernández de Lizardi, J. J., Obras, t. XII, Folletos (1822-1824) recopilación, edición y notas de Fernández Árias, Irma Isabel y Palazón Mayoral, María Rosa, México, UNAM, 1991, p. 552.
6 Linati, Claudio, Trajes civiles, religiosos y militares de México (1828), introducción, estudio y traducción de Fernández, Justino y prólogo de Toussaint, Manuel, México, UNAM, 1956, p. 86.
7 Ibid.
8 Acevedo, Esther, "Entre la tradición alegórica y la narrativa factual", en Soler, Jaime, Los pinceles de la historia: de la patria criolla a la nación mexicana (1750-1860), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2000, p. 27.
9 Torre Villar, Ernesto de la, Hidalgo entre escultores y pintores, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1990.
10 Ibid.
11 Romero de Terreros, Manuel, Catálogos de las exposiciones de la antigua Academia de San Carlos de México (1850-1898), México, UNAM, 1963, p. 338.
12 Diario de Yucatán, 16 de septiembre de 2008, edición electrónica,
http://www.yucatan.com.mx/noticia.asp?cx=11$2900000000$3911269&f=20080916

viernes, 8 de marzo de 2013

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